Este es también el momento en que el sistema del arte ve desbordado su campo específico para entrar directamente en la arena de todos esos procesos, aun a riesgo de perder la especificidad de sus medios convencionales – pintura o escultura – e incluso su misión estética.
Bajo el signo de la muerte del autor, el artista repudia la paternidad de la obra que produce, proclamando su apertura a lecturas y experiencias diversas. También se afirma su naturaleza procesual, colectiva, performativa y contingente.
Sin embargo, paradójicamente se retrasa indefinidamente la “muerte del arte” como lugar de reflexión y de enunciación, aunque también, como se verá en los 80, como fetiche, mercancía y espectáculo." Leer +
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