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El burdel filosófico del Arte

Sketchbook de Picasso
Les demoiselles d’Avignon.


Cuando Picasso comienza a barruntar Les demoiselles d’Avignon, icono del arte del siglo veinte, a comienzos del otoño de 1906, acaba de regresar de Gosol , la pequeña localidad en el Pirineo leridano donde ha pasado deliciosamente los meses del verano en compañía de Fernande Olivier, trabajando intensamente en una obra cada vez más preocupada por cuestiones puramente formales, progresivamente volcada en la tectónica y en la estructura, y que supondrá el definitivo agotamiento de la etapa rosa. 


 De manera significativa, una de las primeras cosas que hizo al volver fue pintar de memoria la cabeza y el rostro de Gertrude Stein, el retrato iniciado antes de las vacaciones y que se le había resistido en ese punto concreto. El rostro, como una máscara, de ojos almendrados y asimétricos, revela una severidad desacostumbrada, una información psicológica sobre la modelo en términos de volumen. 


La ejecución de Les demoiselles se prolonga hasta junio o julio de 1907. Los cuadernos preparatorios nos proporcionan una valiosísima información. En los primeros dibujos aparecen un marinero y lo que quizás pueda interpretarse como un estudiante de medicina, con un libro y, según algunos, también con una calavera, esto es, la dualidad entre el mundo del instinto y del conocimiento teórico, circunstancias que condujeron a estudiosos como Alfred Hamilton. a considerarlo como una especie de memento mori. 


Leo Steinberg, por su lado, en su célebre artículo El burdel filosófico, concluye diciendo que Les demoiselles responden a un programa estilístico establecido desde el principio, y, en segundo lugar, que todo la pintura constituye una metáfora sexual, indicado por el pico de la mesa con la fruta, con su efecto de penetración. 


Con ello, dice Steinberg, alude Picasso a la presencia nuestra, la de los espectadores, que irrumpimos en el espacio del burdel. Bautizado por André Salmon, el título, como recuerda Roland Penrose, responde a la semejanza entre las cinco mujeres desnudas y las escenas cotidianas en un burdel de la calle Avinyó de Barcelona, así como a la «impúdica sugerencia de que la abuela de Max Jacob, natural de Avignon, era la modelo de una de las figuras».

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