El 21 de agosto de 1911 un escalofrío atravesó el alma del pintor Louis Béroud, que llegaba a la sala Carré del museo del Louvre para admirar la 'Mona Lisa'. El emblema del museo, su pieza más valiosa y apreciada, 'La Gioconda', se había esfumado.
Estamos ante "el mayor escándalo que el mundo cultivado haya conocido", resume el ensayista francés Jérôme Coignard, autor de 'Una mujer desaparece' (Une femme desaparaît', aun inédito en español) en el que reconstruye la peripecia de un robo perfecto que conmocionó al mundo y al que ha dedicado doce años de investigación.
Un siglo después son muchas las preguntas sin respuestas sobre un suceso que salpicó al mismísimo Picasso y su amigo Guillaume Apollinaire. Pintor y poeta fueron detenidos e interrogados un mes después del latrocinio como presuntos autores. Apollinaire había propuesto quemar el Louvre y Picasso tenía antecedentes por la compra arte robado.
El hurto la de la 'Mona Lisa' fue una noticia global de la que se hicieron eco los diarios de los cinco continentes desde de que saltó a las portadas de todos los diario franceses del 22 de agosto. Corrieron ríos de tinta tratando de dilucidar si era la venganza de un justiciero nacionalista italiano, el desafío de una banda de timadores, el reto de alguien dispuesto a pedir un rescate o la obra de un desequilibrado dispuesto a acabar con la pintura más famosa de la historia. Se llegó a apuntar que el robo se había organizado desde el propio gobierno francés para lanzar una cortina de humo ante una desastrosa situación política o que los propios responsables del Louvre tratando de ocultar una fatal restauración.
La Gioconda' era la joya de Louvre desde que Napoleón se viera obligado a entregarlo cuando tomó el camino del destierro hacia la isla de Santa Elena. Hasta entonces el emperador había disfrutado de la pintura en su dormitorio, como antes lo había hecho el monarca Luis XIV. La revolución lo condujo al Louvre en 1793.
Leonardo Da Vinci nunca se deshizo de de su tabla, que retocó hasta su últimos días. Con ella viajó desde Florencia a la corte de Francisco I, en Fontainebleau. Fue el monarca francés quien la adquirió por 4.000 coronas de oro, una exorbitante cantidad el equivalente a doce toneladas de plata, no sabemos si antes o después de la muerte de Leonardo.
Un siglo después del robo del siglo, Italia ha lanzado una campaña para que regrese a Florencia el supuesto retrato de Lisa Gherardini de Giocondo. Un equipo de arqueólogos busca sus restos en el convento florentino de Santa Úrsula en el que presuntamente estar enterrada para obtener muestras de su ADN. Quieren compararlos con el de los hijos de Gherardini cuyas fosas estas perfectamente localizadas. Aspira a dar con el cráneo de la bella florentina y poder compararlo con el retrato para confirmar o descartar definitivamente que se trata de la esposa de Francesco Barlotolomeo del Giocondo.