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El artista detector inadvertido

Quien creó y habitó ese lugar se llamaba Eduardo Bergara Leumann (1932-2008), un vestuarista, escenógrafo, artista plástico, actor, conductor y productor de tevé. Y ese diseño ecléctico, de neto estilo bergaraleumannensis, es el que se mantiene en el edificio de Luis Sáenz Peña 541, en Monserrat, un espacio convertido en mágico museo.


Presentado como collage de un Buenos Aires especial, en los 34 ambientes hay obras de figuras como Antonio Berni (impacta la imagen de 3 por 2 metros que pintó de Bergara), Marta Minujín, Raúl Soldi, Guillermo Roux, Juan Carlos Castagnino o Josefina Robirosa. Pero no hay que esperar lo tradicional de una galería de arte o de un museo convencional porque todo está distribuido en un creativo “casual style”, el mismo que tuvieron artistas como Susana Rinaldi, Marikena Monti, Nacha Guevara o Leonardo Favio, cuando comenzaban a destacarse cantando.


Es que en ese laberinto de 1.500 metros cuadrados cubiertos que es La Botica, hasta los nombres de los espacios tienen originalidad. Así, están el baño de Shakespeare y el del Humor; el Prostíbulo; el Circo Criollo; el Café con Suerte; el Camarín de Eva Duarte; el Pabellón de las Rosas; el Pasillo de Filetes y Piropos; el lugar de la Zita con Troilo y Piazzolla (un juego con el nombre de la esposa de Pichuco y la obra de Astor); la Cocina de Doña Petrona y ese sitio especial que sirve como homenaje a Francisco Canaro, titulado “Todo se olvida con el champagne”.



Por supuesto que en cada rincón están las frases que dejó Bergara Leumann (“Sólo muere lo que no se recuerda” o “Uno sólo se lleva lo que le deja a los demás”) y las que aportó el creativo Federico Manuel Peralta Ramos (“La Argentina no es un país, es un error”; o “El artista es un detector de lo inadvertido”); también recuerdos que sorprenden, como manuscritos de Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez o Ernesto Sabato; un cheque por 600 pesos firmado por Carlos Gardel y hasta una Caperucita Roja de terracota hecha en 1880. Es que La Botica es uno de esos sitios donde el visitante se alegra por lo que ve, pero además lamenta tener nada más que dos ojos.



   

Arte generativo


Arte Generativo


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Arte Generativo
Ni pincel ni cincel, algoritmo. Esa es la herramienta fundamental de los artistas generativos que crean obras autónomas, de algún modo infinitas, utilizando la capacidad computacional de los ordenadores.
(Las imágenes que acompañan esta nota, en la galería de la derecha, son algo semejante a fotografías que congelan uno de los múltiples momentos posibles de una obra de arte generativo).


Leonardo Solaas es un artista generativo que vive en Buenos Aires, Argentina. "Autodidacta en todo lo relacionado con el arte, el diseño y la programación (tres campos disciplinarios en los que un artista generativo debe saberse manejar)", le dice a BBC Mundo y explica cómo empezó su exploración con esta forma de crear.


"Creo que, en esencia, los sistemas de reglas me han fascinado siempre: cuando era pequeño, antes de que las computadoras llegaran a mi vida, ese interés se manifestaba en los juegos de tablero".


"Los sistemas con los que trabajo ahora son también una suerte de juegos autocontenidos, ya que se basan en un conjunto de reglas arbitrarias y evolucionan en el tiempo".


"Sin embargo", aclara, "no hay ganadores ni perdedores, sino resultados más o menos interesantes desde un punto de vista conceptual y estético".
"Intensamente contemporáneo"


El arte generativo está hoy vinculado estrechamente con la informática, pero Solaas ve sus orígenes décadas atrás, y encuentra vínculos con la escritura automática de los poetas beatnik o la obra del pintor y escultor suizo Jean Tinguely, conocido por sus "máquinas escultura".


De hecho, él ha trabajado con poliestireno expandido, al que le aplicó calor en un proceso que describe como "incontrolable". En él, el mismo material termina "decidiendo" la forma que adoptará.
La obra que produjo de esa forma es para el artista "un buen ejemplo de generatividad sin computadoras".
"Creo que la esencia de la generatividad está en ese acto de ceder el control, por el cual el artista entra en colaboración con alguna suerte de autómata creador, y resigna el poder de decidir cada detalle de lo que sucede en la obra".


Más allá del elemento estético, Solaas cree que esta forma artística tiene un rol en el marco de las transformaciones por las que atraviesan nuestras sociedades en la era de la informática.
"El arte generativo es intensamente contemporáneo porque participa de un cambio cultural profundo, que sustituye estructuras jerárquicas por sistemas complejos, sistemas de control por autoorganización, unidad por multiplicidad, universalidad por localidad, etc.".


En ese sentido, para Solaas, "el desafío del arte generativo en este momento es desarrollar propuestas que sean verdaderos híbridos o quimeras estéticas: ni demasiado humanas -en el sentido de una imitación acrítica de la tradición del arte-, ni demasiado inhumanas -en el sentido de una fascinación por el despliegue de una pura formalidad matemática-".


Ese es uno de los desafíos, el otro radica en hacerse un lugar en la esfera del arte, ya que hoy no pertenece a las corrientes centrales de la producción estética.


Para eso, la clave -según Solaas- está en "pasar de los juegos y exploraciones formales a propuestas de una consistencia conceptual y estética cada vez mayor".


Mientras tanto, en el se puede jugar y explorar, hacer simbiosis con los sistemas que ha desarrollado y ver qué obras resultan de esa interacción.


   

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