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Vincent van Gogh 13 años |
La principal fuente para la comprensión de Van Gogh como un artista es la colección de cartas que se pasaron entre él y su hermano menor, el mercader Theo van Gogh.
Amsterdam, 3 de abril de 1878
He seguido reflexionando sobre el tema de nuestra conversación e involuntariamente he pensado en las palabras «somos lo que éramos ayer». Esto no significa que se deba marcar el paso y no tratar de desarrollarse, al contrario, hay una razón imperiosa para hacerlo y encontrarlo.
Pero para seguir fiel a esa palabra, no se puede retroceder, y cuando se ha empezado a considerar las cosas con una mirada libre y confiada no se puede volver atrás ni claudicar.
Los que decían: «Somos lo que éramos ayer», eran «hombres honrados», lo que resulta claramente de la constitución que han redactado, que subsistirá en todo tiempo y de la cual se ha podido decir que había sido escrita «con el rayo de lo alto» y «un dedo de fuego». Es bueno ser «hombre honrado» y tratar de serlo más y más, y se obra bien cuando se cree que es preciso, para ello, ser «hombre interior y espiritual».
Si se tuviera la convicción de pertenecer a esta categoría, se avanzaría por el camino con calma y confianza, sin dudar del buen resultado final. Había un hombre que un día entró en una iglesia y preguntó: «Es posible que mi fervor me haya engañado, que haya tomado el mal camino y que siga mal, ¡ay de mí! Si me librara de esta incertidumbre y si pudiera tener la firme convicción de que terminaré por tener éxito y vencer». Y una voz entonces le contesta: «Y si tuvieras la certidumbre, ¿qué harías? Haz como si estuvieras seguro y no serás confundido.» El hombre entonces continuó su camino, ya no incrédulo sino creyente, y continuó la obra sin dudar ni vacilar más. Por lo que respecta a ser «hombre interior y espiritual», ¿no se podría desarrollar este estado en uno mismo por el conocimiento de la historia en general y de personalidades determinadas de todos los tiempos en particular, desde la historia sagrada hasta la de la Revolución, y de la Odisea hasta los libros de Dickens y Michelet? ¿Y no se podría sacar alguna enseñanza de la obra de hombres como Rembrandt o de las Malas hierbas de Breton, o Las horas de la jornada de Millet, o la Benedicite de De Groux o Brion o El recluta de De Groux (o si no de Conscience) o los Grandes robles de Dupré, o los molinos y las llanuras de arena de Michel?
Hemos hablado mucho de lo que es nuestro deber y cómo podríamos llegar a algo bueno, y hemos llegado a la conclusión de que nuestro fin en primer término debe ser el de hallar un lugar determinado y un oficio al cual podamos consagrarnos enteramente.
Y creo que estábamos igualmente de acuerdo sobre este punto, que hay, sobre todo, que encarar el fin y que una victoria lograda después de toda una vida de trabajos y esfuerzos, vale más que una victoria lograda más temprano.